Rheim no había tenido miedo. Pensaba que la conexión sería como tantas veces, pero la verdad es que aún sin sentir nada nuevo, experimentaba una sensación difícil de definir... como de pérdida. Apenas hacía unos minutos que acababa de morir y saber que ya nunca volvería al mundo real se le hacía más difícil de lo que pensaba y eso que llevaba mucho tiempo preparándose para este momento, pero no pudo evitar sentir un escalofrío ante la eternidad que tenía por delante.
Podía considerarse un hombre afortunado, sus ciento tres años de vida material habían sido... entretenidos. Su curiosidad, la mejor de sus cualidades, le había llevado a tocar multitud de campos, personal y profesionalmente, pero cuando hace más de cincuenta años se había interesado por los mundos virtuales, la gente que le conocía le había considerado como un ingenuo o un excéntrico o un fantasioso inmaduro o todas esas cosas a la vez.
Recordaba sus inicios en "Comic Chat" y más adelante en "Second Life", ambas fracasadas por haber nacido antes de tiempo, cuando la tecnología aún no podía respaldar las necesidades que dichas aplicaciones tenían. Además, en una época en la que imperaba la comunicación conceptual tipo Facebook, Twitter o Whatsapp, poco podían hacer los mundos virtuales que requerían mucho mayor esfuerzo por parte de creadores y sobre todo de usuarios.
Pero su perseverancia había sido recompensada. La tecnología informática no tardó en avanzar lo suficiente para conseguir multiplicar la capacidad de almacenamiento de datos y su velocidad de procesamiento. Eso, junto con la aparición de interfaces de usuario adecuadas abrió, ya sin vuelta atrás, la puerta a los mundos virtuales en los que la gente podía experimentar sensaciones cada vez más parecidas a las del mundo real.
Al principio la historia se repetía con una curiosa precisión y la mayoría de la gente utilizaba estos mundos virtuales como un juego para vivir aventuras fantásticas con un sorprendente realismo o como un entorno social para hacer amigos en todo el mundo y conocer gente con intereses comunes, no siendo infrecuente el encontrar los que aprovechaban ese contexto para tener existencias virtuales que no podían o no se atrevían a plantearse en su vida real.
Pero a medida que las posibilidades tecnológicas avanzaban, también lo hacían los horizontes científicos y profesionales. La sociología, la medicina, la psicología, la ingeniería, la industria y sobre todo el comercio, explotaron todas la posibilidades de la virtualidad con notable éxito, lo que a su vez tuvo el efecto de que cada vez se dedicasen más recursos a la investigación de las ciencias que la hacían posible.
Algunos años después se lanzo "HiperVida", un mundo virtual que proporcionaba experiencias absolutamente reales, salvo por por el hecho de que muchas de ellas serían totalmente imposibles en el mundo en que vivimos, empezando porque tu "alter ego" virtual podía tener la apariencia que tú quisieses y siguiendo por el hecho de que en el mundo virtual no tenían por qué imperar las leyes con las que la física nos atenaza en el real. Las actividades de volar (más bien levitar) y bucear sin la necesidad de ningún equipo, eran de las primeras que practicaban todos los usurarios, además de la múltiples opciones de sexo que jamás pensarían, ni confesarían en la vida real.
Pero después de esa necesaria fase de iniciación te dabas cuenta de que en HiperVida podías nadar en una playa y sentir como el agua te mojaba, las olas movían tu cuerpo, la brisa te refrescaba al salir del agua y la arena caliente quemaba tus pies. Podías escalar una montaña experimentando el cansancio, el frío o el vértigo que sentiría cualquier montañero, pero sin miedo a morir despeñado, porque, aunque cayeses, además del susto inicial, no sufrirías ningún daño.
Esto originó rápidamente la proliferación del turismo virtual mediante el que uno podía ir a cualquier sitio y realizar cualquier actividad sin los costes y los preparativos que suponía hacerlo en la realidad y con la ventaja de que, se pusiesen como se pusiesen los tradicionalistas, la experiencia sensorial era exactamente la misma.
No se tardó mucho en anunciar que ya existía una réplica informática de cada punto conocido del mundo real, que uno podía recorrer, por tierra, mar o aire con muchísima más libertad que el mundo material. Pero evidentemente la cosa no quedó ahí y los amantes de la aventura pronto pudieron explorar cada uno de los cuerpos celestes de nuestro sistema solar y otros aún no conocidos pero sí imaginados. También se recrearon algunos clásicos de la ciencia ficción y la fantasía. Gracias a las sugerencias de Rheim, entre otros, se podía explorar el universo de Stargate a través de un sin fin de puertas estelares, llegar hasta donde el hombre nunca había estado jamás en la nave Enterprise, recorrer cada uno de los Siete Reinos hasta más allá del Muro o del Mar Angosto, aventurarse por la Tierra Media y si te atrevías también por Mordor.
Por fin, cualquier lugar que existiese se podría recrear en el universo virtual y si no existía también, bastaba que pudiese ser imaginado. Y por fin la tecnología permitía que esa experiencia no sólo fuese creíble, sino que fuese real.
Rheim no tenía muchos conocimientos informáticos, pero tenía una larga experiencia en ciencia ficción y en mundos virtuales desde su inicio. Estando ya jubilado la empresa HiperVida.SL solicitó sus servicios como asesor. Le fueron enseñando versiones beta del programa y los prototipos experimentales de las interfaces de usuario. La experiencia fue sobrecogedora. La primera vez que lo probó no se lo podía creer. Era lo que había esperado durante años.
De manera entusiástica, con avidez y profusión les fue contando todas las posibles ideas que se le ocurrían para hacer en ese nuevo entorno. Algunas fueron recibidas con reticencia, pero su carácter persistente e inasequible al desánimo consiguió que muchas de ellas fuesen probadas. Así, su proyecto de recrear los clásicos de la fantasía y la ciencia ficción pronto demostró ser un éxito, aunque los principales creativos de la empresa consideraban que esas historias estaban desfasadas.
Pero otro de sus proyectos parecía encontrarse con una resistencia insalvable. HiperVida era ideal para interactuar con otros usuarios que estaban conectados en tiempo real, pero determinados servicios, como los de información de las diferentes administraciones o los de atención al cliente de muchas empresas eran atendidos por sistemas automáticos de respuesta. En realidad unos complejos sistemas de inteligencia artificial que podían relacionarse con los usuarios de manera "casi" humana, pero ese casi era un problema importante para Rheim. Y lo mismo pasaba con los elementos robotizados de determinados juegos. El problema era el mismo, eran poco imaginativos y resultaban predecibles.
La solución que proponía era sencilla, al menos en teoría. Se trataba de pasar todo el contenido cerebral, en realidad mental, de una persona experta al servidor encargado de ese sistema de respuestas o de ese elemento del juego. Así ese sistema informático tendría toda la iniciativa y espontaneidad de la persona que había aportado todos sus conocimientos.
La empresa ponía fundamentalmente dos pegas. Primero, por mucho que se había avanzado en los últimos años, aún no se había diseñado un sistema, económicamente viable, capaz de contener la intrincada maraña de datos, relaciones y capacidad de procesamiento de una persona adulta e inteligente. Sobre todo teniendo en cuenta que se requerirían muchísimos de esos sistemas. Y segundo, aunque ello fuese factible se planteaba un grave problema ético. Eso suponía hacer la copia de la mente de una persona y encerrarla en un ordenador. Sus conocimientos, sus recuerdos, sus aspiraciones y sus emociones.
Un avispado abogado de HiperVida había advertido: "No podemos encerrar el alma de una persona en un disco duro sin pensar en el peligro que corremos de ser acusados de secuestro".
Estos argumentos no arredraron a Rheim, al contrario, favorecieron su determinación con insospechado ímpetu. Puede que no tuviese los suficientes conocimientos informáticos para acelerar el desarrollo de un sistema capaz de contener la mente de una persona, pero sí los contactos adecuados con gente que podía destinar los recursos adecuados para que ello sucediese.
Respecto al alma... bueno, no había pensado en ello, por lo menos en esos términos, pero reconocía una buena idea cuando pasaba por delante de sus narices. Esa idea le recordó un cuento que había leído tiempo atrás, "El Observador". Y de hecho tomó entonces el nombre de su protagonista para hacer distintas investigaciones por Internet.
Al poco tiempo tenía todo el proyecto preparado. El más ambicioso que había hecho nunca, quizás el más ambicioso que nunca había afrontado la Humanidad, pero en comparación a lo que se podía conseguir resultaba pasmosamente simple. Tanto es así que sus jefes, cuando se percataron de que hablaba en serio, empezaron a prestarle atención y se empezaron a entusiasmar cuando se dieron cuenta de que podía ser viable.
Rheim, para entonces insistía en que todos le llamasen así, ya tenía una edad avanzada y se tomó todo el proyecto como un reto personal, además de una carrera contra el tiempo, pero la verdad es que tenían todo bastante adelantado y por lo menos su prototipo estuvo listo cuando lo necesitó.
Se produjo el volcado de todo su contenido cerebral, haciendo una especie de copia de seguridad de su mente en el sistema informático. A partir de ahora había un segundo Rheim virtual, tan listo o tan tonto como el primero, con sus conocimientos, sus recuerdos, sus emociones, sus aficiones y sus manías.
Pero esa copia aún no iba a ser utilizada. Cuando se comprobó que todo estaba correcto se almacenó y lo único que había que hacer era ir actualizándola todos los días para que siempre fuese una copia idéntica de la original. El proceso era sencillo y al principio Rheim se lo tomó con una disciplina casi obsesiva, conectándose al equipo cada vez que tenía una experiencia o realizaba una actividad que quería conservar, pero al poco tiempo se relajó, dándose cuenta de que realmente no tenía ninguna urgencia en actualizar su yo virtual y que lo importante era verificar simplemente que el sistema funcionaba correctamente.
El tiempo pasó más rápidamente de lo que le hubiese gustado y en el 2057 celebró su centésimo cumpleaños. Para él fue un gran acontecimiento. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que se conservaba muy bien para su edad y era una gran alegría verle en plenitud de facultades. Sin embargo él sabía que no era así. Hacía dos semanas que no podía hacer el volcado de sus datos mentales a su "copia de seguridad". Bueno, en realidad sí podía, pero los especialistas le habían advertido que cada copia sería de "peor calidad" que la anterior. Eso significaba que su cerebro se estaba degradando. No era nada preocupante, ni siquiera un indicio de demencia senil, pero puestos a guardar un duplicado mental, era preferible no sustituir las copias anteriores que de hecho eran más fiables. Ahora bastaba con ir añadiendo las experiencias diarias para ir completando su biografía, pero como estructura de su "base de datos" eran mejor las anteriores.
Los neurólogos le habían asegurado que era un proceso absolutamente normal y que no tenía que darle importancia, pero Rheim no podía ocultar su decepción. Fue perdiendo interés por su vida real, máxime cuando el proyecto que había estado desarrollando para HiperVida estaba prácticamente terminado, por lo menos en la parte que a él le concernía.
Poco a poco se fue apagando hasta que un día sintió que había llegado el final. Fue como un agotamiento repentino que percibió acompañado de una leve taquicardia y una creciente dificultad para respirar. Antes de sentir el primer pinchazo en el pecho se conectó al sistema para grabar los que sabía que eran sus últimos momentos. Anuló la llamada automática a urgencias pues no quería que lo salvasen y se dedicó a repasar si había algo que le quedase por hacer. Y así, sumido en sus pensamientos, se apagó.
En realidad fue como un reseteo. El sistema informático se había reiniciado automáticamente y el nuevo Rheim se encendió. No había tenido miedo. Pensaba que la conexión sería como tantas veces, pero la verdad es que aún sin sentir nada nuevo, experimentaba una sensación difícil de definir... como de pérdida. Apenas hacía unos minutos que acababa de morir y saber que ya nunca volvería al mundo real se le hacía más difícil de lo que pensaba y eso que llevaba mucho tiempo preparándose para este momento, pero no pudo evitar sentir un escalofrío ante la eternidad que tenía por delante.
Después de la impresión inicial tenía que reconocer que hace tiempo que no se sentía tan bien. Sabía que todos sus recuerdos y conocimientos estaban disponibles al instante. Lucidez era la palabra que mejor describía su estado actual y físicamente, era curioso emplear esa palabra, la sensación era de bienestar.
Su nuevo "yo" apareció en su despacho virtual de HiperVida. Estaba así planeado. Allí podría planificar mejor su nueva existencia. Y también allí fueron apareciendo, a medida que se iban conectando, los directivos de la empresa. No sabían muy bien qué decir. Se les notaba tensos. Dudaban entre darle el pésame por su muerte o felicitarle por su nacimiento, pero en el fondo lo que les interesaba era la nueva fase del experimento que se iniciaba ahora.
Le informaron de que todos los preparativos se habían concluido satisfactoriamente y los dispositivos funcionaban como estaba previsto. Su yo virtual se había iniciado automáticamente cuando había dejado de funcionar el real. Las copias de su mente estaban perfectamente adaptadas a su sistema y actualizadas con los últimos datos biográficos. A partir de ahora tenía todos los mundos de HiperVida a su disposición. Podría recorrerlos como y cuando quisiera, interaccionando con todos los usuarios conectados que quisiera y desde luego contaban con él para ir avanzando con el proyecto. De hecho, que él se sintiese bien era algo fundamental para el futuro del mismo.
Se habían hecho muchas cosas, pero aún quedaba mucho por hacer. Una vez que se demostrase la funcionalidad, había que conseguir aumentar la capacidad del sistema hasta asegurar que pudiese almacenar billones de copias mentales durante un periodo indeterminado de tiempo, bueno, tan indeterminado como toda la eternidad, porque de eso se trataba, de ofrecer a todas las personas que lo deseasen la posibilidad de almacenar su mente y que al morir su cuerpo, su alma quedase viviendo en un mundo virtual con todo el potencial que ello suponía.
Rheim era la prueba de que lo que la humanidad había anhelado desde siempre podía ser conseguido, de que la muerte era sólo una transición a una existencia sin las ataduras del mundo material, de que el alma era un concepto objetivo y su desarrollo no tendría límites.
Había mucho aún por hacer y en gran parte dependía de él. Pronto tendría que ponerse a la tarea, pero no hoy. Hoy era el día de su nacimiento y tenía todo un universo por explorar. Estaba feliz y así emprendió su búsqueda, sabiendo que tenía toda la eternidad ante sí.
Podía considerarse un hombre afortunado, sus ciento tres años de vida material habían sido... entretenidos. Su curiosidad, la mejor de sus cualidades, le había llevado a tocar multitud de campos, personal y profesionalmente, pero cuando hace más de cincuenta años se había interesado por los mundos virtuales, la gente que le conocía le había considerado como un ingenuo o un excéntrico o un fantasioso inmaduro o todas esas cosas a la vez.
Recordaba sus inicios en "Comic Chat" y más adelante en "Second Life", ambas fracasadas por haber nacido antes de tiempo, cuando la tecnología aún no podía respaldar las necesidades que dichas aplicaciones tenían. Además, en una época en la que imperaba la comunicación conceptual tipo Facebook, Twitter o Whatsapp, poco podían hacer los mundos virtuales que requerían mucho mayor esfuerzo por parte de creadores y sobre todo de usuarios.
Pero su perseverancia había sido recompensada. La tecnología informática no tardó en avanzar lo suficiente para conseguir multiplicar la capacidad de almacenamiento de datos y su velocidad de procesamiento. Eso, junto con la aparición de interfaces de usuario adecuadas abrió, ya sin vuelta atrás, la puerta a los mundos virtuales en los que la gente podía experimentar sensaciones cada vez más parecidas a las del mundo real.
Al principio la historia se repetía con una curiosa precisión y la mayoría de la gente utilizaba estos mundos virtuales como un juego para vivir aventuras fantásticas con un sorprendente realismo o como un entorno social para hacer amigos en todo el mundo y conocer gente con intereses comunes, no siendo infrecuente el encontrar los que aprovechaban ese contexto para tener existencias virtuales que no podían o no se atrevían a plantearse en su vida real.
Pero a medida que las posibilidades tecnológicas avanzaban, también lo hacían los horizontes científicos y profesionales. La sociología, la medicina, la psicología, la ingeniería, la industria y sobre todo el comercio, explotaron todas la posibilidades de la virtualidad con notable éxito, lo que a su vez tuvo el efecto de que cada vez se dedicasen más recursos a la investigación de las ciencias que la hacían posible.
Algunos años después se lanzo "HiperVida", un mundo virtual que proporcionaba experiencias absolutamente reales, salvo por por el hecho de que muchas de ellas serían totalmente imposibles en el mundo en que vivimos, empezando porque tu "alter ego" virtual podía tener la apariencia que tú quisieses y siguiendo por el hecho de que en el mundo virtual no tenían por qué imperar las leyes con las que la física nos atenaza en el real. Las actividades de volar (más bien levitar) y bucear sin la necesidad de ningún equipo, eran de las primeras que practicaban todos los usurarios, además de la múltiples opciones de sexo que jamás pensarían, ni confesarían en la vida real.
Pero después de esa necesaria fase de iniciación te dabas cuenta de que en HiperVida podías nadar en una playa y sentir como el agua te mojaba, las olas movían tu cuerpo, la brisa te refrescaba al salir del agua y la arena caliente quemaba tus pies. Podías escalar una montaña experimentando el cansancio, el frío o el vértigo que sentiría cualquier montañero, pero sin miedo a morir despeñado, porque, aunque cayeses, además del susto inicial, no sufrirías ningún daño.
Esto originó rápidamente la proliferación del turismo virtual mediante el que uno podía ir a cualquier sitio y realizar cualquier actividad sin los costes y los preparativos que suponía hacerlo en la realidad y con la ventaja de que, se pusiesen como se pusiesen los tradicionalistas, la experiencia sensorial era exactamente la misma.
No se tardó mucho en anunciar que ya existía una réplica informática de cada punto conocido del mundo real, que uno podía recorrer, por tierra, mar o aire con muchísima más libertad que el mundo material. Pero evidentemente la cosa no quedó ahí y los amantes de la aventura pronto pudieron explorar cada uno de los cuerpos celestes de nuestro sistema solar y otros aún no conocidos pero sí imaginados. También se recrearon algunos clásicos de la ciencia ficción y la fantasía. Gracias a las sugerencias de Rheim, entre otros, se podía explorar el universo de Stargate a través de un sin fin de puertas estelares, llegar hasta donde el hombre nunca había estado jamás en la nave Enterprise, recorrer cada uno de los Siete Reinos hasta más allá del Muro o del Mar Angosto, aventurarse por la Tierra Media y si te atrevías también por Mordor.
Por fin, cualquier lugar que existiese se podría recrear en el universo virtual y si no existía también, bastaba que pudiese ser imaginado. Y por fin la tecnología permitía que esa experiencia no sólo fuese creíble, sino que fuese real.
Rheim no tenía muchos conocimientos informáticos, pero tenía una larga experiencia en ciencia ficción y en mundos virtuales desde su inicio. Estando ya jubilado la empresa HiperVida.SL solicitó sus servicios como asesor. Le fueron enseñando versiones beta del programa y los prototipos experimentales de las interfaces de usuario. La experiencia fue sobrecogedora. La primera vez que lo probó no se lo podía creer. Era lo que había esperado durante años.
De manera entusiástica, con avidez y profusión les fue contando todas las posibles ideas que se le ocurrían para hacer en ese nuevo entorno. Algunas fueron recibidas con reticencia, pero su carácter persistente e inasequible al desánimo consiguió que muchas de ellas fuesen probadas. Así, su proyecto de recrear los clásicos de la fantasía y la ciencia ficción pronto demostró ser un éxito, aunque los principales creativos de la empresa consideraban que esas historias estaban desfasadas.
Pero otro de sus proyectos parecía encontrarse con una resistencia insalvable. HiperVida era ideal para interactuar con otros usuarios que estaban conectados en tiempo real, pero determinados servicios, como los de información de las diferentes administraciones o los de atención al cliente de muchas empresas eran atendidos por sistemas automáticos de respuesta. En realidad unos complejos sistemas de inteligencia artificial que podían relacionarse con los usuarios de manera "casi" humana, pero ese casi era un problema importante para Rheim. Y lo mismo pasaba con los elementos robotizados de determinados juegos. El problema era el mismo, eran poco imaginativos y resultaban predecibles.
La solución que proponía era sencilla, al menos en teoría. Se trataba de pasar todo el contenido cerebral, en realidad mental, de una persona experta al servidor encargado de ese sistema de respuestas o de ese elemento del juego. Así ese sistema informático tendría toda la iniciativa y espontaneidad de la persona que había aportado todos sus conocimientos.
La empresa ponía fundamentalmente dos pegas. Primero, por mucho que se había avanzado en los últimos años, aún no se había diseñado un sistema, económicamente viable, capaz de contener la intrincada maraña de datos, relaciones y capacidad de procesamiento de una persona adulta e inteligente. Sobre todo teniendo en cuenta que se requerirían muchísimos de esos sistemas. Y segundo, aunque ello fuese factible se planteaba un grave problema ético. Eso suponía hacer la copia de la mente de una persona y encerrarla en un ordenador. Sus conocimientos, sus recuerdos, sus aspiraciones y sus emociones.
Un avispado abogado de HiperVida había advertido: "No podemos encerrar el alma de una persona en un disco duro sin pensar en el peligro que corremos de ser acusados de secuestro".
Estos argumentos no arredraron a Rheim, al contrario, favorecieron su determinación con insospechado ímpetu. Puede que no tuviese los suficientes conocimientos informáticos para acelerar el desarrollo de un sistema capaz de contener la mente de una persona, pero sí los contactos adecuados con gente que podía destinar los recursos adecuados para que ello sucediese.
Respecto al alma... bueno, no había pensado en ello, por lo menos en esos términos, pero reconocía una buena idea cuando pasaba por delante de sus narices. Esa idea le recordó un cuento que había leído tiempo atrás, "El Observador". Y de hecho tomó entonces el nombre de su protagonista para hacer distintas investigaciones por Internet.
Al poco tiempo tenía todo el proyecto preparado. El más ambicioso que había hecho nunca, quizás el más ambicioso que nunca había afrontado la Humanidad, pero en comparación a lo que se podía conseguir resultaba pasmosamente simple. Tanto es así que sus jefes, cuando se percataron de que hablaba en serio, empezaron a prestarle atención y se empezaron a entusiasmar cuando se dieron cuenta de que podía ser viable.
Rheim, para entonces insistía en que todos le llamasen así, ya tenía una edad avanzada y se tomó todo el proyecto como un reto personal, además de una carrera contra el tiempo, pero la verdad es que tenían todo bastante adelantado y por lo menos su prototipo estuvo listo cuando lo necesitó.
Se produjo el volcado de todo su contenido cerebral, haciendo una especie de copia de seguridad de su mente en el sistema informático. A partir de ahora había un segundo Rheim virtual, tan listo o tan tonto como el primero, con sus conocimientos, sus recuerdos, sus emociones, sus aficiones y sus manías.
Pero esa copia aún no iba a ser utilizada. Cuando se comprobó que todo estaba correcto se almacenó y lo único que había que hacer era ir actualizándola todos los días para que siempre fuese una copia idéntica de la original. El proceso era sencillo y al principio Rheim se lo tomó con una disciplina casi obsesiva, conectándose al equipo cada vez que tenía una experiencia o realizaba una actividad que quería conservar, pero al poco tiempo se relajó, dándose cuenta de que realmente no tenía ninguna urgencia en actualizar su yo virtual y que lo importante era verificar simplemente que el sistema funcionaba correctamente.
El tiempo pasó más rápidamente de lo que le hubiese gustado y en el 2057 celebró su centésimo cumpleaños. Para él fue un gran acontecimiento. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que se conservaba muy bien para su edad y era una gran alegría verle en plenitud de facultades. Sin embargo él sabía que no era así. Hacía dos semanas que no podía hacer el volcado de sus datos mentales a su "copia de seguridad". Bueno, en realidad sí podía, pero los especialistas le habían advertido que cada copia sería de "peor calidad" que la anterior. Eso significaba que su cerebro se estaba degradando. No era nada preocupante, ni siquiera un indicio de demencia senil, pero puestos a guardar un duplicado mental, era preferible no sustituir las copias anteriores que de hecho eran más fiables. Ahora bastaba con ir añadiendo las experiencias diarias para ir completando su biografía, pero como estructura de su "base de datos" eran mejor las anteriores.
Los neurólogos le habían asegurado que era un proceso absolutamente normal y que no tenía que darle importancia, pero Rheim no podía ocultar su decepción. Fue perdiendo interés por su vida real, máxime cuando el proyecto que había estado desarrollando para HiperVida estaba prácticamente terminado, por lo menos en la parte que a él le concernía.
Poco a poco se fue apagando hasta que un día sintió que había llegado el final. Fue como un agotamiento repentino que percibió acompañado de una leve taquicardia y una creciente dificultad para respirar. Antes de sentir el primer pinchazo en el pecho se conectó al sistema para grabar los que sabía que eran sus últimos momentos. Anuló la llamada automática a urgencias pues no quería que lo salvasen y se dedicó a repasar si había algo que le quedase por hacer. Y así, sumido en sus pensamientos, se apagó.
En realidad fue como un reseteo. El sistema informático se había reiniciado automáticamente y el nuevo Rheim se encendió. No había tenido miedo. Pensaba que la conexión sería como tantas veces, pero la verdad es que aún sin sentir nada nuevo, experimentaba una sensación difícil de definir... como de pérdida. Apenas hacía unos minutos que acababa de morir y saber que ya nunca volvería al mundo real se le hacía más difícil de lo que pensaba y eso que llevaba mucho tiempo preparándose para este momento, pero no pudo evitar sentir un escalofrío ante la eternidad que tenía por delante.
Después de la impresión inicial tenía que reconocer que hace tiempo que no se sentía tan bien. Sabía que todos sus recuerdos y conocimientos estaban disponibles al instante. Lucidez era la palabra que mejor describía su estado actual y físicamente, era curioso emplear esa palabra, la sensación era de bienestar.
Su nuevo "yo" apareció en su despacho virtual de HiperVida. Estaba así planeado. Allí podría planificar mejor su nueva existencia. Y también allí fueron apareciendo, a medida que se iban conectando, los directivos de la empresa. No sabían muy bien qué decir. Se les notaba tensos. Dudaban entre darle el pésame por su muerte o felicitarle por su nacimiento, pero en el fondo lo que les interesaba era la nueva fase del experimento que se iniciaba ahora.
Le informaron de que todos los preparativos se habían concluido satisfactoriamente y los dispositivos funcionaban como estaba previsto. Su yo virtual se había iniciado automáticamente cuando había dejado de funcionar el real. Las copias de su mente estaban perfectamente adaptadas a su sistema y actualizadas con los últimos datos biográficos. A partir de ahora tenía todos los mundos de HiperVida a su disposición. Podría recorrerlos como y cuando quisiera, interaccionando con todos los usuarios conectados que quisiera y desde luego contaban con él para ir avanzando con el proyecto. De hecho, que él se sintiese bien era algo fundamental para el futuro del mismo.
Se habían hecho muchas cosas, pero aún quedaba mucho por hacer. Una vez que se demostrase la funcionalidad, había que conseguir aumentar la capacidad del sistema hasta asegurar que pudiese almacenar billones de copias mentales durante un periodo indeterminado de tiempo, bueno, tan indeterminado como toda la eternidad, porque de eso se trataba, de ofrecer a todas las personas que lo deseasen la posibilidad de almacenar su mente y que al morir su cuerpo, su alma quedase viviendo en un mundo virtual con todo el potencial que ello suponía.
Rheim era la prueba de que lo que la humanidad había anhelado desde siempre podía ser conseguido, de que la muerte era sólo una transición a una existencia sin las ataduras del mundo material, de que el alma era un concepto objetivo y su desarrollo no tendría límites.
Había mucho aún por hacer y en gran parte dependía de él. Pronto tendría que ponerse a la tarea, pero no hoy. Hoy era el día de su nacimiento y tenía todo un universo por explorar. Estaba feliz y así emprendió su búsqueda, sabiendo que tenía toda la eternidad ante sí.
FIN